2.2.11
Además de que me abrace, le pedí que me quisiera, pero no era uno cualquiera, era un mujeriego con clase. Por cabeza no pedía más ni menos de lo que valía, por cabeza nunca daba, más ni menos de lo que cobraba. Pude lograr lo que nunca otra mujer pudo lograr: demostrarle, de verdad, que había tanta pasión junta dentro de mi corazón. En media hora de infierno, toque el cielo con las manos. Con caricias intentaba sanar mi corazón roto, porque hace falta mucho más que dinero o propina de segunda para tapar en el alma ese agujero que de amargura se inunda. Y yo sigo llamándolo, pero ya no se viene a dormir. Si no hay mal que por bien no venga, ¿qué bien te trajo hasta mi?
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Camila